La última vez que estuve en una lavandería de autoservicio fue cuando yo tenía 8 años y vivía en Chihuahua, o sea hace chingomil años. Escrito por: Jaime Said
Allá, en el bonito invierno congelante, la ropa nomás no se secaba si uno la tendía a la intemperie así que lo que se acostumbraba era llevarla a una lavandería, lavandería que estaba junto a una tienda de autoservicio llamada Futurama, justo en la glorieta de Pancho Villa. Bueno pues desde entonces no volví a pisar una lavandería hasta ahora que se enfermó la eficiente Sra. Whirlpool. Me di a la tarea de investigar si aun existían esas lavanderías y cuál sería mi sorpresa que sí. Vi una por donde vive mi hija y allí me dirigí con harto miedo y pena como buen primerizo que soy en el arte de lavar en público.
Llegué al lugar con mis dos bolsotas de calzones, calcetines, playeras y pants, solo con eso para probar. Mi primera impresión fue de asombro al ver cómo se ha modernizado la cosa. El contacto inicial fue con la encargada quien me preguntó si era mi primera vez, yo creo que se me notaba a leguas en mi cara de what. Esta encantadora encargada, harto guapetona por cierto, me dio la bienvenida y en seguida un curso intensivo para primerizos. Primero me dijo que tenía que comprar una tarjeta con “chip”… ¡ay wey!, qué modernos, me dije. Me preguntó algunas cosas dizque para su base de datos, tipo mi nombre, dirección, teléfono y hasta e-mail. Luego me pidió un varo para abonarle a mi tarjeta. Listo.
Van a decir que soy un indio bajado del cerro a tamborazos pero la verdad para mí las máquinas se veían harto complicadas de manejar, muy para milenials o doñitas con un posgrados en desmanchado de cuellos y puños. Yo recordé lo sencillas que eran antes las lavadoras, como la chaca chaca de rodillos en forma de tina que tenía mi abuela y en la cual por cierto me agarré una mano cuando era chiquito por andar de tentón queriendo exprimir un suéter, pero esa es otra historia.
La empleada casi me tomó de la mano y me llevo hasta una lavadora para explicarme paso a paso cómo cargarla, cómo ponerle el detergente, el suavizante, el cloro, en resumen me dijo cómo carajos se echaba a andar. Luego, una vez que comenzó a trabajar, me dijo que había café y Wi-Fi gratis por si ocupaba. Las señoras que estaban sentadas esperando a que se terminara de lavar su ropa me veían con curiosidad, como con ganas de aplicarme un buen bullying por naco e ignorante. La pantalla de la lavadora me dijo que tardaría 31 minutos así que me aplasté a ver a través de la ventanilla de la lavadora cómo mis calzones y calcetines se divertían dando vueltas como en un simpático ballet acuático.
El lugar estaba muy bien equipado, aparte del café gratis tenían un buen de golosinas y refrescos. Además vendían todo lo necesario para lavar: jabón, suavizante, cloro, desinfectante, etc. Una de las empleadas se fue a sentar conmigo y se puso a platicar, fue muy interesante porque me dijo que ella había nacido en Chicago y que allá eso de las lavanderías era muy común. Luego procedió a criticar la mala educación de los mexicanos en el local, cosa con la que no pude más que estar de acuerdo, ya ven que a mí me encanta hacer “observaciones” a donde quiera que voy.
Cumpliditos los 31 minutos un pitido me indicó que mi ropa ya estaba lista. Mi mentora en el arte del lavado procedió a llevarme hasta las secadoras e igual que hizo con la lavadora me explicó como carajos se echaba a andar. Presto metí mi ropa y luego mi tarjeta con chip para que comenzara a trabajar. Ahora la máquina me dijo que tenía 13 minutos para perder el tiempo en lo que ella hacía el trabajo del astro rey, o sea secar mi ropa. Regresé a mi lugar y me puse a jugar con mi celular sin perder de vista a la cajera a la cual me pienso ligar, digo a ver si me da un buen descuento para mis futuras visitas.
A los 13 minutos de nuevo un pitido me indicó que mi ropa ya estaba lista. Tomé uno de los simpáticos carritos y me dirigí a unas mesas en donde yo había visto que las señoras doblaban la ropa. Eso de doblar calzones en público puede “chiviar” hasta al más seguro, pero mi modo si lo sabe Dios que lo sepa el mundo. Así que tomé mis calzones Trueno modelo Alfredo Adame y procedí a doblarlos con precisión milimétrica. Luego pase lista a mis calcetines para ver si no dejaba uno olvidado ya que tiro por viaje los pierdo aun en mi casa. Por último doblé mis camisetas y mis pants, oséase mi ropa de hacer la meme.
Cuando terminé guardé todo en las bolsas y luego las fui a meter a la cajuela de mi fiel corcel. Por último pasé a despedirme de mis dos nuevas amigas a las que les prometí regresar pronto con una buena carga de ropa harto percudida y sucia. La verdad es que me gustó mucho la experiencia, hasta me están dando ganas de ya no componer mi lavadora y en lugar de eso volverme cliente VIP de AquaMatic. Lavar en el cuarto de servicio de mi Principado no es tan divertido como este lugar, además aquí me dan café gratis y atención “personalizada”. Incluso hasta se aprendieron mi nombre, solo faltó que nos despidiéramos de besito… bueno eso será para la próxima.